Que tal,vecino


Siete de la mañana, arriba. Levanto la cortina a más no poder, olvidando por completo detalles como el hecho de estar ubicada (apenas) en una parte alta , o que frente a mi ventana haya una docena más, o que todas estén abiertas de par en par como la mía, o que sean ventanas de un tamaño suficiente que permitan examinar de un lado hacia el otro, o que... en fin.

Después de lavarme y desayunar, pongo en práctica mi personalidad de distraída total, olvidando por completo la ventana de la habitación con su respectiva persiana subida al tope y la multitud de rendijas que se subleva afuera. Mientras me cambio, distingo un pequeño movimiento proveniente del exterior, más precisamente de enfrente, y al levantar la vista ¡sorpresa!, me encuentro con un señor curioseando en la ventana opuesta.
En ñocorpi, me tapo como puedo mientras mi consciencia decide qué hacer primero. ¿Bajar persianas? ¿Salir corriendo? ¿Taparme? Hasta que el señor desconocido levanta su mano derecha intentando regalarme un gesto cual vecino amable y simpaticón. ¿Le devuelvo el saludo? Oh por dios, qué hace este tipo??! Me está saludando con cara de tarado... Me deslicé lo más disimuladamente posible mientras intentaba que mis ojos no fijaran la vista en el decrépito que me saludaba del otro lado. Las manos no me alcanzaron para bajar la persiana.

Quién sabe cuánto tiempo estuvo asomado previo a mi descubrimiento de su presencia. Un momentito de imprudencia, señor... Si usted lee esto, individuo de bigotes y anteojos, sepa no exhibirse con demasiada frecuencia, ni saludar de esa forma tan sugestiva... nunca más. Graciassss.

Hoy me levanté y controlé que la ventana estuviera cerrada.



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